13/7/2020


   Kairós de Alicia Párraga.
   Usando a menudo un humor clásico, en el sentido estrictamente grecolatino de la palabra, Kairós también roza por momentos la mística amorosa y escancia el líquido virulento de la ausencia. Insisto en lo de “por momentos”, ya que lo que domina en el libro es la convicción de fundamentar el placer: «No busco desintoxicación. / Asumo mis vicios». También veo mucho estoicismo en el temple de Alicia Párraga, en la manera de encarar su poética, que tiene mucho de gata sabia y entereza de leona. Aquí parece que a Epicuro le hubiese dado por brindar con Séneca en copa colmada de la mejor sangre de Dioniso.
 
Bares y bibliotecas son los templos
donde acuden religiosamente
quienes apostatan de la cruda realidad.
 
   Aparte de referencias mitológicas continuas, cita a bastantes poetas de la otra sentimentalidad, de la experiencia o de la certidumbre —póngase la etiqueta parecida que convenga— y eso determina claramente su apuesta confesional.




   Escribir con luz desde la Myrtea actual lo sabe hacer cualquiera; pero luminosamente, los puedo contar con los dedos de una mano y quizá me sobren.
   Resumiendo: más Anacreonte y menos Prozac.

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