17/7/2020


   Kioto. Mi primera incursión en Yasunari Kawabata y, a pesar de no haber catado aún la archifamosa La casa de las bellas durmientes, creo que me he colado por una de sus puertas grandes. El maestro José María Álvarez recurre con frecuencia a la lectura de Kioto en sus diarios.
   Llegar deliberadamente virgen a un escritor de esta talla tiene una ventaja: el efecto sorpresa. No me esperaba el perfil humano de protagonistas como la inocente y sentida Chieko junto a ese padre adoptivo, Takichiro. Y mucho menos ese obsesivo gusto y conocimiento floral, textil, cromático, sensitivo, que despliega cada personaje, y la misma ciudad de Kioto, a través de la mirada del autor.
   Ahora sí: Kawabata es el emperador literario de los sentidos, en un camino estilístico en las antípodas de la célebre película de Nagisa Ōshima.

    Se dice que el arte de tejer en telar es un don que difícilmente se transmite a tres generaciones. Aún cuando el padre sea un gran tejedor, aún cuando tuviera, por así decirlo, una mano de artista, sus hijos no heredarán necesariamente esa habilidad… No olvidaré esto. No lo olvidaré en toda mi vida. No hay duda de que el ser humano es una criatura emocional.



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