No volverás a hablar nuestra lengua de Cristina Morano.
Acorde al crecimiento de su áspera personalidad literaria y cultural —yo la tildaría incluso, por momentos, de sadomasoquista—, Cristina escribe con más puntería cada vez. Digo esto como si estuviese hablando de alguien que está empezando en esto de la poesía, cuando por su magisterio hemos pasado —y habrán de pasar— todos en la Región de Murcia. ¿Cómo conseguirá fusionar, probablemente sin pretenderlo, esa imagen de fragilidad de aficionada con una resolución final de absoluta lección creativa?
Además, el aliciente de las ilustraciones de José Óscar López termina de conformar un aperitivo —esta obra es demasiado breve— que te deja con una expectativa alta para la envergadura que, seguro, tendrá su próxima criatura en plato principal.
Por ahora, destaco este fragmento que tan a las claras refleja esa belleza arisca en su escritura:
Acorde al crecimiento de su áspera personalidad literaria y cultural —yo la tildaría incluso, por momentos, de sadomasoquista—, Cristina escribe con más puntería cada vez. Digo esto como si estuviese hablando de alguien que está empezando en esto de la poesía, cuando por su magisterio hemos pasado —y habrán de pasar— todos en la Región de Murcia. ¿Cómo conseguirá fusionar, probablemente sin pretenderlo, esa imagen de fragilidad de aficionada con una resolución final de absoluta lección creativa?
Además, el aliciente de las ilustraciones de José Óscar López termina de conformar un aperitivo —esta obra es demasiado breve— que te deja con una expectativa alta para la envergadura que, seguro, tendrá su próxima criatura en plato principal.
Por ahora, destaco este fragmento que tan a las claras refleja esa belleza arisca en su escritura:
No intentes salir de
la infección,
no vuelvas a hablar
la lengua de la
normalidad
del que forma una
familia
y se tiñe de rubio
cada tres meses.
Quédate en el idioma
que traduce la fiebre,
el que entienden la
negra, la animal,
todos los seres
pequeños
que lloran y enrojecen
la nieve.
La lengua que te deja
sin aliento,
la que dibuja signos
en el vaho
del espejo, que nadie
leerá
ni siquiera el último
día,
antes de recoger tu
cuerpo,
esa es tu idioma. El
ritmo
del que llora y berrea
y produce su propia
soledad
sin saberlo.
La otra lengua,
la de los ciudadanos,
no volverás a
hablarla.
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