28/8/2021


   Llevo treinta y cinco años pasando el mes de agosto en La Manga del Mar Menor y hoy es la primera vez que visito su biblioteca municipal. A mediodía, protegido con gorra, gafas de sol, mascarilla “quitamultas” y auriculares con The power to believe de King Crimson a buen volumen, he caminado hasta ese espacio libresco con aire acondicionado y me he topado con una imagen totalmente acorde a estos días: una veintena de estudiantes repasando sus temarios para los exámenes de septiembre.
   Hace poco una poeta amiga me dijo que las revistas literarias debían ser efímeras, que era su esencia, que si no eran efímeras todas terminaban cayendo en manos del poder acomodaticio. Le contesté que no estaba nada de acuerdo con su visión. Es una visión cómoda. Es como esa bobada de que el rock ha de ser un lenguaje esencialmente juvenil, que ya no tiene sentido o es ridículo cuando el rockero tiene la piel arrugada. Mientras la escuchaba, me venían a la cabeza las altas obras que han grabado Iggy Pop, Patti Smith, Morrissey, Dylan, Van Morrison o Neil Young con varias décadas a sus espaldas ejerciendo, haciendo lo que les sale de la entrepierna, más libres que nunca.


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