29/8/2021


   Mairena me lleva tan alto con su bulería ‘Muralla quieren ponerme’ que la caída tras esta experiencia sonora es demasiado humana, porque los cotilleos aceitosos del cante jondo tienen mucho peligro.
   Dicen que Antonio Mairena anduvo por Almería a finales de los sesenta y principios de los setenta. Dicen que Almería lo rescató del olvido y contribuyó a ponerlo donde se merecía en el mundo flamenco. Dicen que por entonces El Tomate tenía diez o doce años y Mairena lo sentaba en sus rodillas y empezaba a manosearlo: «¡Pero qué niño más bonito y simpático!». Y la cara de Tomatito se ponía como su nombre.
   Es conocida la rivalidad que había entre Caracol y Mairena, dos estilos de entender el cante bastante contradictorios. Cuentan que nunca cantaron juntos porque Caracol decía que él no cantaba con maricones.
   Dicen que el líder de la revista Cántico, íntimo amigo de Mairena, también asistía a juergas flamencas cordobesas animadas por gitanillos que cantaban y bailaban para ganarse la vida. Terminada la fiesta, acompañaba a alguno de ellos a rezar el rosario a un lugar más tranquilo.
   Dicen, repito. Veneno o verdad envenenada es lo que han escuchado mis oídos, como los de cualquier aficionado a este arte. Y solamente transcribo un 0’5% del anecdotario epentista jondo. Por supuesto, lo niego todo, porque aún me queda un cachito de nobleza en el corazón y porque más vale ficción en mano que cien dudas sobrevolando un manual de Historia.

Comentarios