Rechina
y me incomoda escuchar hablar a las dos alcaldesas innobles de Cartagena con tantas
eses finales. Resulta impropio y forzado. En esta zona, si se utilizan las eses
finales, se hace de manera más relajada, no tan enfática. En ciudades costeras
como la mía han llegado tantos acentos como aventuras históricas, por lo que
nuestra locución popular prescinde de musicalidades y florituras.
También, cuando escucho al Concejal de Cultura leer papeles —que no hablar directamente, porque de oratoria poco controla el muchacho— en un acto público, me parece que estoy oyendo al mítico presentador Fernandisco, de los 40 principales, instándote a que escuches el último éxito de la semana.
También, cuando escucho al Concejal de Cultura leer papeles —que no hablar directamente, porque de oratoria poco controla el muchacho— en un acto público, me parece que estoy oyendo al mítico presentador Fernandisco, de los 40 principales, instándote a que escuches el último éxito de la semana.
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