11/10/2021


   José Luis Zerón Huguet ha publicado un nuevo libro, Intemperie, y le gustaría enviarme un ejemplar. Lo leeré con gusto, sin duda, pero le invito a conseguir que alguien cercano, de confianza y con criterio, realice una reseña de Intemperie o, mejor aún, le haga una entrevista para El coloquio de los perros. A pesar de la escasez de colaboradores, El coloquio sigue siendo un buen megáfono literario en el mundo hispanohablante. Zerón agradece mi ofrecimiento.
   Le anuncio que en la próxima primavera la editorial Chamán publicará mi Canto fenicio. Piensa invitarme a presentarlo en el IX ciclo de los Encuentros con la Poesía que ahora se celebran en la biblioteca María Moliner de Orihuela, porque hay más aforo. La Casa Natal de Miguel Hernández se les quedó pequeña.
   Releo esta tarde El héroe de las mujeres de Adolfo Bioy Casares. Cómo sujeta y renueva el género fantástico y, para sorpresa de algunos, el humorístico: Franz Kafka y Henry James calentados en horno de Buenos Aires.
   Su realismo se opone al realismo hegemónico de la época. Bioy juega en libertad con teorías científicas y filosóficas, atraído por la pluralidad de mundos paralelos; presenta misterios conspirativos para provocar a veces un ambiente paranoico. Le gusta perturbar al lector borrando los límites universales de lo real. Es un escritor docto, con fundamento, pero a la vez lleno de crítica, ironía e intuición metafísica. Único en su especie, a pesar de estar condenado a la sombra infinita de Borges. Quien lo lee, sin embargo, sabrá que este reparo histórico es injusto.




   El viaje fue largo y hubo tiempo de examinar los más diversos temas. Hablaron, pues, de Bruno, de sus parejeros, de sus pleitos, de sus chalecos de fantasía y de su fama de tramposo y peleador.
   Cuando estaban por llegar, Verona y Lartigue recordaron una película de cowboys, que habían visto en cines de La Plata y Buenos Aires, respectivamente. Habían olvidado el nombre, pero no una escena en un bar con puertas de vaivén. Estaban seguros de que la heroína huía con alguien, a caballo; después de una famosa trifulca entre el encargado del bar, que tenía un chaleco muy paquete, con dibujos bordados, y un parroquiano que ocultaba en la bota, debajo del pantalón, una daga chiquita.
   —¿Con quién se fue la estrella? —preguntó Laura.
   —¿Con quién se va a ir? —replicó don Nicolás—. Con el héroe.
   —El héroe de las mujeres —observó Laura— no siempre es el héroe de los hombres.
   Lartigue contestó:
   —Una gran verdad; pero no olvide, señora, que en las películas el héroe es uno solo.

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