El pasado domingo, en el encuentro
literario de Puente Genil, la poeta ecuatoriana Bernardita Maldonado me regaló el
disco Fluviales de su hijo Daniel
Pucha, que es compositor y director en la big band ANQA. Lo he estado escuchando
todo el día y es de una exquisitez conmovedora. Se palpa una entrega colectiva
y un buen hacer que te pasea con el jazz por el espíritu andino, desde la intro
en lengua indígena al tema en homenaje al maestro Tucumbi, la reinterpretación
del ‘Footprints’ de Wayne Shorter o esas ‘Dolencias’ y sus voces armónicas que
cantan con un festivo desencanto esos versos de «No hay amor que dure mucho /
por más constante que sea».
Mañana, precisamente, voy a ver en el Festival de Jazz de Cartagena, a Chano Domínguez con Martirio, y el sábado 20 tengo ya la entrada comprada para ver al gran Paquito D’Rivera. Soy entusiasta del jazz, y del jazz iberoamericano desde hace más de dos décadas. Digo que este disco, Fluviales, es un descubrimiento y una delicia.
Mañana, precisamente, voy a ver en el Festival de Jazz de Cartagena, a Chano Domínguez con Martirio, y el sábado 20 tengo ya la entrada comprada para ver al gran Paquito D’Rivera. Soy entusiasta del jazz, y del jazz iberoamericano desde hace más de dos décadas. Digo que este disco, Fluviales, es un descubrimiento y una delicia.
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