8/1/2024


   Un 8 de enero nació y un 10 de enero murió David Bowie. Entre estos tres días del mes consagrado al dios Jano, algunos suspiramos y damos las gracias al hombre de la Estrella Negra por su cancionero. No he visto a nadie del mundo de la música popular que se haya despedido de la vida con esa generosidad artística.




   El testamento de Cohen también fue talentoso, aunque en este caso creo que involuntario. De todas maneras, por Cohen siento más admiración literaria que musical.
 
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   Me alegra y me enorgullece la racha de aplauso y reconocimiento que está obteniendo la obra de Diego Sánchez Aguilar. De hecho, creo que no es adecuado llamarlo racha, solamente está recogiendo la cosecha que se merece desde ese ya lejano Diario de las bestias blancas hasta su último premio en León con El nudo. Hoy me ha dicho que, aunque no se ha informado oficialmente, le han dado el premio Alfonso X de Literatura por Los que escuchan. Además, tiene un libro de relatos pendiente del fallo de otro premio editorial importante. Tras dos años de adaptación en Londres, que coincidieron con el paralizante contexto de la pandemia, ahora Diego se encuentra, creo, en una cumbre de su actividad literaria. Y yo, en Cartagena, desde mi escritorio de la Avenida Reina Victoria Eugenia, recibo estas noticias y celebro con emoción que su talento sea correspondido. La amistad es lo más parecido a la familia.

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