9/1/2024


   Borges decía que si una obra se desarrollaba en una ciudad como, por ejemplo, San Francisco, el mérito de un autor era escribirla sin haber estado jamás en San Francisco. Hay artistas que, sin embargo, no piensan así. Poseen y defienden otra idea de la imaginación, una idea fundamentalmente sensorial, acudir al lugar de los hechos para después interpretar lo visto con la tecla, la mano, el pincel... Los lienzos de Gauguin enfermaron con la coloración de la Polinesia; Gerald Durrell analizó la naturaleza de Australia, Nueva Zelanda y Malasia; Miquel Barceló retrata a las gentes del desierto de Mali desde 1988; Hemingway vivió en Tanzania para escribir Las nieves del Kilimanjaro...
 
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   He terminado de leer El triunfo de la memoria de la mexicana Abril Posas. Varios de sus relatos llevan un epígrafe con un fragmento de canción pop-rock: The Smiths, Radiohead, PJ Harvey... No puedo evitar que eso me genere simpatía.




   Es un libro que parece desafiante, pero luego tiene varios mates tras el brillo de relatos olfativos como ‘La soledad de los peces muertos’, con ese final caótico y visceral en una redada policial para cerrar un concierto ilegal de música punk; como ‘Elena’, que sí tiene un estilo conseguido y una armazón sin fisuras; o como el penúltimo, ‘Vamos a necesitar más cajas’, en el que emplea una técnica narrativa de la negación, de lo más efectiva, para contar una historia tremenda. No tiene fuste, sin embargo, la manera en que está planteada la suplantación de la identidad en ‘Tu cicatriz en mí’; o en ‘Cecilia sonríe apenas’ el lamento sobre la falta de fraternidad de sus hijos en los momentos de lucidez de una madre con Alzheimer.
   Subrayo esta cita de ‘Bitácora del olvido’: «Si al nombrar algo lo hacemos presente, también debe funcionar para hacerlo desaparecer». Cuántas veces habré pensado en eso y cuánta verdad contiene a menudo la ficción.
   Posas demuestra talento, indudablemente, pero ese talento debe crecer todavía.

Comentarios

  1. «Si al nombrar algo lo hacemos presente, también debe funcionar para hacerlo desaparecer». Si se refiere a que algo que existe desaparezca de manera consciente, me temo que no, no tenemos una tecla de borrado selectivo. Podemos conseguir modificar su fuerza y la de las sensaciones que aquello produzca, dejarlo apartado en un rincón lo suficientemente aislado como para que apenas moleste. Forma parte del aprendizaje humano.
    Y si no se refiere a esa cuestión, un día ventoso siempre es un buen día para filosofar 😉

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    1. A algo así se refiere la autora cuando describe la técnica para olvidar de su personaje.
      Gracias por compartir tu comentario, Lola.
      Bienvenido sea el viento que nos lleva a filosofar.

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