15/12/2013


   Como la de la gran mayoría de escritores, mi obra se va redactando desde una absoluta incomunicación, inmerso en un profundo aislamiento que puede durar un minuto o una madrugada entera.
   Escribiendo me salvo, es un saneamiento íntimo que supera los desconciertos más agudos. Se suicida un personaje y escapo algo del suicidio. Si escribo en negro, libero un pedazo de oscuridad.
   Es la terapia que he elegido.


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