14/2/2014


   Con cierta frecuencia, cuando el vino calienta las mejillas y las lenguas en una cena amistosa, saltan temas peliagudos que en un contexto de sobriedad ni siquiera serían sugeridos. Por ejemplo, el tema del patriotismo. En seguida intento cerrar esta resbalosa cuestión para que la fiesta continúe por otros derroteros más útiles de desinhibición y trompa libre, aunque debo reconocer que no soy nada original respondiendo a la pregunta de qué entiendo yo por ser patriótico. Simplemente copio a Albert Camus adaptándolo a mi circunstancia. «Mi patria es la lengua española», digo.
   Se quedan todos los comensales pensativos durante dos segundos, y entonces es cuando pasamos del vino a los cubatas.


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