Un poema lleva desde hace dos
semanas atrapado en las circunvoluciones de mi cerebro, rebotando de un lado a
otro de la masa encefálica como las imágenes móviles de un salvapantallas.
Amenaza ya con atentar contra mis propias neuronas si no se materializa de una
vez.
Necesito disciplina. Escribo
versos midiendo sílabas donde expreso alguna idea que no se me quitaría de la
cabeza de otro modo.
«Libros, invierno, azúcar». Tres
nociones para un combinado de heptasílabo.
Desde que terminó el verano he
escrito poquísimos textos y la mayoría han ido de la cabeza al olvido. Hay muchos
medio empezados, como bufandas de lana que no acabasen de gustar a quien las cose.
Esos poemas no son de fiar. Muchos quedarán durmiendo en este invierno para
siempre. Así debe ser.
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