13/2/2014


   Qué falacia la esperanza de vivir en una constante vanguardia. Estamos tan perseguidos, tan saciados de información y opinión, que cualquier tragedia o feliz descubrimiento pierden valor en apenas media hora. Los contenidos combinados que me arroja Facebook, Yahoo, BBC Mundo, Radio 5 o The New York Times hacen que me parezca tan relevante un atentado terrorista en Islamabad como la irrupción en el mercado cosmético de una revolucionaria crema hidratante. El maremoto de democracia expresiva en el que se han convertido los foros virtuales necesita con urgencia un antidiarreico constructivo.




   O quizá no. Quizá convivir con esta asfixia es el precio a pagar por poder descargarme gratuitamente en ocho segundos un ejemplar de la revista Uncut de noviembre de 2005, tener correspondencia inmediata y continua con el performista jalapeño Alejandro Hermosilla o sumergirme virtualmente, a cincuenta centímetros de mis ojos, en los remotos pasillos del Museo del Apartheid de Johannesburgo.

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