Aunque los leo, los subrayo y los
valoro, como creador nunca me ha llamado la atención el malditismo de niño bien
y revolucionario que brinca de cama en cama, se emborracha, se droga y da
disgustos a su mamá.
Desde hace años me reconozco
cercano a la poética de Eloy Sánchez Rosillo, Karmelo Iribarren o Miguel d’Ors,
por citar tres ejemplos hispánicos de enjundia. Podría nombrar otros modelos de
referencia: Rada Panchovska, Emily Fragos, Edwin Madrid, Scott Hightower, Aïcha
Bassry... Hay decenas de ellos, quizá cientos, dudo que miles.
Me muestro elegíaco, pero
queriendo aspirar gramos de elegancia. No aporto nada nuevo, tampoco creo que
haga ninguna falta. Me conformo con parir un libro bien pulido, bien medido o
con buena respiración, que contenga cosas efectivas y sensatas. En esto se
conoce que voy para viejo.
Comentarios
Publicar un comentario