17/4/2014


   Acabo de leer Sobre la traducción de Pilar del Río y he querido subrayar este emocionante fragmento:

   Mucho después del franquismo supe quiénes eran algunos de aquellos traductores, me llegaron noticias de sus vidas difíciles, de exiliados que se quemaban las pestañas traduciendo a cambio de muy poco dinero y, pese a eso, en tantos casos, gracias a esa miseria, lograron sobrevivir, porque mantenerse en el universo de la literatura y el amor por los libros les compensaba de las cenas que no pudieron cenar, del pan que no comieron y del vino que no bebieron. Conservaron su idioma, que era su bagaje, lo utilizaron como herramienta de pensar y de trabajo cotidiano y así lo transformaron en legado, entregándonos, con su memoria y su sensibilidad, páginas admirables de los mejores escritores, de esos que los ministerios franquistas no iban a subvencionar ni a promocionar porque, simplemente, no iban a permitir.


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