29/10/2015


   He leído Mar de Galilea de Ilhan Berk. Este libro se publicó en 1958 y lo hemos podido leer en español cuarenta y siete años después. Podemos hacernos una idea del retraso que tenemos atendiendo a la poesía contemporánea de países tan importantes como Turquía y el cuentagotas con el que nos van llegando “novedades” sueltas, con frecuencia fortuitas.
   Consolémonos con la existencia de Ediciones del Oriente y del Mediterráneo y el trabajo de la infatigable Clara Janés, a la que nunca le agradeceremos lo suficiente el tesoro de traducciones que nos proporciona cada vez que elige una obra relevante. Este Mar de Galilea lo es. Ilhan Berk pertenece a un movimiento literario que se llamó Oscuro-Difícil. Con esta obra lo fundó, junto a la aparición de otros títulos y otros nombres amigos: La gravedad del clavel de Edip Cansever y La Anatolia más hermosa del mundo de Turgut Uyar.
   En los primeros poemas aturde algo la ausencia de comas y puntos, la presencia de palabras repetidas, la elipsis de nexos o frases rotas, pero pronto conectamos vigorosamente con esa atmósfera cubista que planea de principio a fin y que impregna las imágenes, el idioma y los lugares por donde Berk nos pasea, balbuceándonos cosas así en los barrios de Fener o Gálata:



LÁPIZ

Qué digo en mis relatos yo
Eso eso y lo otro ¿no?
Pasa una nube
Digo vivan los insectos flores peces seres humanos Barba Antimos
Viene una mañana de color verde Matisse
La cojo y la pongo en vuestros sueños vuestros libros delante de vuestras casas
Desde ahora cada vez que veáis un verde lo dejaréis todo para mirarlo
Por ejemplo no sé pero ahora los pies de una mujer están a punto de tocar el agua en un poema
Seguro que luego no va a pasar nadie por esta calle
Mira vuela un pájaro va a posarse en un lugar a salvo escribiré
Este niño persigue un cielo
Cosas muy diferentes atrapan a este hombre y esta mujer en esta mesa

Yo siempre lo digo
Cojo un lenguado sus ojos son bonitos digo
Sale una nube ha salido una nube digo

Me aferro al lápiz

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