29/11/2015


   El número cuatro de la revista La galla ciencia está dedicado a la traducción, con un pequeño matiz, que es convicción: poetas traducen a poetas.
   Copio este poema de Margaret Atwood, de su libro Morning in the Burned House (1995), traducido por Amparo Arróspide.

SEKHMET, CABEZA DE LEÓN, DIOSA DE LA GUERRA, LAS TORMENTAS VIOLENTAS, LA PESTE Y LA CURACIÓN DE LA ENFERMEDAD, CONTEMPLA EL DESIERTO EN EL METROPOLITAN MUSEUM OF ART

Fue uno de esos hombres
incapaces de matar a una mosca.
Muchas moscas viven ahora
y él no.
No fue mi espónsor, prefería
los graneros repletos; yo, la batalla.
Presagiaban matanza mis rugidos.
Y sin embargo aquí estaremos juntos,
en el mismo museo.
Aunque no vea el lugar: los erráticos grupos
de niños admirados
que aprenden la lección del olvido
multicultural, sic transit
y etcétera.
Veo el templo donde nací
o me irguieron, donde fui poderosa,
y más allá el desierto, con sus tumbas
calientes en forma de cono, a decir verdad
y a la distancia, tan semejantes
a capirotes,
donde se ocultan mis bromas: piel y huesos
resecos, las barcas de madera
donde los muertos navegan
sin rumbo por toda la eternidad.
¿Qué puede esperarse de dioses
con cabeza de animal?
Y sin embargo, si bien se piensa,
los que inventaron después, del todo humanos,
tampoco fueron albricias.
“Ayúdame, hazme rico
destruye a mi enemigo”
parece ser el quid de la cuestión.
Y también “Sálvame de la muerte”.
Mucha palabrería a cambio,
pan y sangre, flores y oración.
Tal vez se me escape algo,
pero si buscáis amor altruísta
os habéis equivocado de diosa.
Me quedo donde estoy,
hecha de piedra e ilusión:
que la deidad que mata por placer
también sane,
que en la última pesadilla aparezca
una leona amable con vendas en la boca
y suave cuerpo de mujer
y que os limpie la fiebre a lametazos
con ternura os levante el alma de cachorro
y os abrace hasta la oscuridad, el paraíso.



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