3/11/2015


   He leído Sociología de Salvador Giner. Este portento académico profesó durante treinta años en las universidades de Chicago, Colonia, Barcelona, Cambridge, Reading, Lancaster y West London. Cuando se publicó este libro faltaban siete años para que Franco muriera en una cama. Muchos intelectuales mayores que vivieron su juventud en los últimos años del franquismo y el comienzo de la Transición aluden al jugoso tráfico —a veces permitido, muchas otras clandestino— de libros de estas características durante la “dictablanda”. Sociología tuvo que leerse con fruición por muchísimos estudiantes. Repasa excelentemente la definición de esa “nueva” ciencia y los temas que integran su contenido, es decir, todos los temas que competen al ser humano que convive con el resto de los de su especie: política, cultura, religión, familia, educación, tradición, poder, ideología, sexo, arte, economía…
   Lo cierto es que estos libros apelan a la sentimentalidad, ya no por su apariencia física —esas ediciones sesenteras y sobre todo las setenteras, ¡sublimes!—, sino por imaginar el contexto cercano en el que fueron escritos y recibidos por unos lectores ansiosos de descubrir textos en contra del determinismo económico, como el que copio:

   La economía es un proceso de satisfacción de necesidades y de consumo de bienes. Los bienes económicos no son sólo objetos materiales de consumo, sino cualquier valor que haya de ser producido o conseguido mediante un esfuerzo o trabajo para ser luego poseído, etc. Esto nos lleva a un concepto, la propiedad.
   La propiedad es el derecho que se posee sobre cosas y personas. La clasificación más importante es la que distingue entre propiedad privada y propiedad común.
   La economía puede ser concebida como subsistema social del mismo modo que lo es la politeya o el mundo de las creencias colectivas. Ello significa, en primer lugar, que no es admisible entender la economía como causa universal de todos los demás fenómenos de la realidad social. El determinismo económico considera todo fenómeno de apariencia no económica como mera excrecencia, sublimación o “superestructura” de lo económico. 

   Es solamente un ejemplo entre tantas citas interesantes, cubiertas y rellenas de verdad.
   Y así es como un joven estudiante español de los años 70 y primeros 80 subrayó con convencimiento absoluto párrafos y párrafos de un libro que abandonaría en la estantería de las pasiones enterradas y las movilizaciones paralizadas.
   Qué bueno que mientras haya sociedad haya relevos.
   Hasta el final. Hasta donde dé la mecha.
   A por ellos.


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