7/1/2016


         Las bacterias benjaminianas que enfermaron las vísceras del joven estudiante Miguel Ángel Hernández se extendieron a toda velocidad atravesando las diferentes fases de licenciado, investigador, profesor, crítico y ensayista de arte, llegando por fin a afectar la zona más protegida y vigorosa de su organismo creativo: la novela.
         El instante de peligro tenía muchas fuerzas en contra al publicarse después del éxito de su debut Intento de escapada y tratando un tema parejo en ambas: el enlace ficción vs. realidad que aborda el arte contemporáneo. Sin embargo, el autor ha sabido resolver de un manotazo cualquier obstáculo comparativo poniendo un océano y un continente de por medio, de manera que a las tres o cuatro páginas de El instante de peligro ya hemos olvidado completamente los logros narrativos anteriores para centrar nuestra atención en la coctelera multinacional de frustraciones y hallazgos que va a agitarse en el Clark Art Institute.
         El instante de peligro no tiene nada que ver con una novela de ambiente universitario a lo Animal House. De hecho, al comienzo de su trabajo en Williamstown, el protagonista español pregunta a su colaboradora italiana Anna Morelli: “¿Dónde están los estudiantes?”, a lo que ella responde: “¿Dónde van a estar? Estudiando”. Esto no va de borracheras entre boys and girls en las hermandades Delta o Tau. Esto va de teóricos activos, no de docentes cómodos y satisfechos; va de empirismo artístico dejándose la piel en la experiencia; va de perseguidores intrépidos frente a la vida.
         One step beyond!


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