16/1/2016


    He leído Las Inviernas de Cristina Sánchez-Andrade.
   Si tiramos del hilo, se nos descose la historia de las hermanas Dolores y Saladina por toda la tradición literaria gallega desde Xosé Luís Méndez Ferrín, Cunqueiro, Wenceslao Fernández Flores, y un largo etcétera hasta llegar, con el debido respeto y la adecuada distancia, a Valle-Inclán. Y la costura se deshilacharía mucho más, seguro, pero mi conocimiento de los autores de fantasía galaica es muy limitado.
  Cómo no, en Tierra de Chá suceden muertes y apariciones heredadas también de la vieja escuela del realismo mágico americano, aunque algo desnatado, por si empachara.
   Uno, que de magia estilística latina sí posee más conocimiento, tiene la sensación de que ya había leído cosas muy parecidas a las que ocurren en Tierra de Chá, pero no desagrada la falta de sorpresa. Qué va. De hecho, agrada si se lee en el momento justo. Y a mí me ha pillado esta lectura de Las Inviernas en esos días caprichosos en que un café con leche de Rubia Gallega me apetecía más que un exquisito solo “macondino” de Manizales. Por eso seguirá removiéndose en esta taza el recuerdo alegre de personajes como el maestro tío Rosendo, la viuda de Meis, el abuelo don Reinaldo, la bruja Violeta da Cuqueira o el dentista-transformista Tiernoamor.


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