2/10/2017


   Dos mil noventa y seis de Ginés Sánchez.
   A la cuarta novela, el autor pega un volantazo narrativo y se aparta de las oscuridades urbanas contemporáneas para abordar un espacio y un tiempo distópico del que es imposible, sobre todo al principio, no acordarse de La carretera de Cormac McCarthy o, entre otras, de la estética Mad Max de George Miller.




   Aquí la forma y el lenguaje reclaman tanto la atención como el agua que buscan desesperadamente los personajes. Ginés Sánchez se esfuerza por conseguir una obra original estilizando los sentimientos, emociones e ideas de hombres y mujeres que reviven, sin saberlo, un futuro primitivo:

   Soy Andera. Cuando nací, así me lo contaron, la tribu entera vino a asomarse a mis ojos. Nunca habían visto unos ojos como los míos. No faltó quien dijera que aquella era una mala señal.
   No faltó quien lo dijera y sin embargo viví.
   ¿No me veis?
   Cada cual tiene su maldición. Yo tuve la mía.
   Pero tened calma. Decidme qué queréis saber.
   ¿Acaso es que queréis saberlo todo?
   No. Eso no es posible.
   ¿Acaso lo sé yo todo?  


         Aplaudo esta actitud y predisposición creativa. Además, despierta la curiosidad de saber qué rumbo estético tomará en su próxima publicación.

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