Te revelaré estas criaturas:
Una, que te matará,
Otra, que te hablará
Y la última, que te salvará
Como ocurre con la Filosofía, entre los poetas hay quienes intentamos crear una manera de mirar el mundo, de recorrerlo, nadarlo, volarlo, y luego hay otros, poquísimos en número si los comparamos con el resto, que proponen un sistema teórico-creativo que le da la vuelta por completo al dibujo de la realidad:
Primera criatura
Insepultos brazos, insepultos cuellos, insepultas manos, insepulta sepultura: dedos, tórax, ojos, pelvis. El reflejo de un cáliz o una copa o un vaso sobre la madera el reflejo. Vengo a decirte, padre, nuestra muerte. Acaricia su matriz nuestro recuerdo en el telar. Reconóceme nicho de mí mismo.
En Interregno el joven, discreto e inteligentísimo Enrique Morales concibe un sistema antropológico de lírica paralela, demuestra ser de esa tendencia poética extraordinaria y, por inercia, marginal, que tiene entre su primera división histórica al recién fallecido John Ashbery, Valéry, Mallarmé, Ungaretti o, en español, a José Lezama Lima, Pedro Casariego Córdoba, José Miguel Ullán o, por momentos, Alejandra Pizarnik:
Los huesos no hacen Canción.
Pero no estaría diciendo del todo la verdad si no dijera que lo que más me enorgullece de que Interregno haya ganado el XIII Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande 2017 es que Enrique Morales fue alumno mío en 1º de la ESO, cuando yo impartía clase en el IES Alborán de Almería, allá por 2003. Catorce años después cuento con su admiración y su respeto, y puedo leer versos suyos como éste:
Hay un Dios, por consiguiente, un lugar en la mesa.
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