Es raro el año que no releo el Don Juan de Zorrilla y, curiosamente, hace tiempo que mi parte favorita, a nivel puramente estilístico, es cuando Mejía y Tenorio se pavonean con sus listas anuales de tropelías, asesinatos y humillaciones sexuales en la hostería sevillana de Buttarelli.
Copio el sublime momento, cuando este par de simios se están —como diría un gallito del hip hop— tirando unos beef impresionantes.
—LUIS: ¡Oh! Y vuestra lista es cabal.
—JUAN: Desde una princesa real
a la hija de un pescador,
¡oh!, ha recorrido mi amor
toda la escala social.
¿Tenéis algo que tachar?
—LUIS: Sólo una os falta en justicia.
—JUAN: ¿Me la podéis señalar?
—LUIS: Sí, por cierto: una novicia
que esté para profesar.
—JUAN: ¡Bah! Pues yo os complaceré
doblemente, porque os digo
que a la novicia uniré
la dama de algún amigo
que para casarse esté.
—LUIS: ¡Pardiez, que sois atrevido!
—JUAN: Yo os lo apuesto si queréis.
—LUIS: Digo que acepto el partido.
Para darlo por perdido,
¿queréis veinte días?
—JUAN: Seis.
—LUIS: ¡Por Dios, que sois hombre
extraño!
¿cuántos días empleáis
en cada mujer que amáis?
—JUAN: Partid los días del año
entre las que ahí encontráis.
Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas
y una hora para olvidarlas.
Pero, la verdad a hablaros,
pedir más no se me antoja,
porque, pues vais a casaros,
mañana pienso quitaros
a doña Ana de Pantoja.
—LUIS: Don Juan, ¿qué es lo que decís?
—JUAN: Don Luis, lo que oído habéis.
—LUIS: Ved, don Juan, lo que
emprendéis.
—JUAN: Lo que he de lograr, don Luis.
Comentarios
Publicar un comentario