Escucho
en la amplia tarde el triple disco Prince
of cool de Chet Baker, su carisma musical entre 1952 y 1957. Cómo sabe
cuadrar con el sonido la imagen de un sentimiento. Qué lejos está de la
moralidad este Georg Trakl de la trompeta. Qué peligroso halo de romanticismo
da al consumo de heroína. Su elocuencia es selecta; su interpretación,
elegante. La melodía no es pujante, ni teatral, ni realmente excelsa. Evoca la
soledad del individuo frente a su destino.
Baker sigue conmoviéndonos tras su muerte.
Estos pecios, una manera obsoleta o inmadura de entender la creatividad, son todavía oro puro.
Baker sigue conmoviéndonos tras su muerte.
Estos pecios, una manera obsoleta o inmadura de entender la creatividad, son todavía oro puro.
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