Un joven —parece que de origen
marroquí— ha dado una paliza a un inspector de policía que le pedía ponerse la
mascarilla en un autobús de Zaragoza. Los dioses han querido que un pasajero
grabase todo con su teléfono. El agente se ha quedado inmóvil ante las
provocaciones y la paliza que ha recibido. Se ha abierto en redes sociales y
noticieros matutinos un debate —efímero, como todos los debates delicados, si
se abre demasiado el melón— sobre la impunidad de la delincuencia nativa y
extranjera en España, y el riesgo de perder la placa, razón por la que
supuestamente no actuó el policía.
Hoy, hace justo veintiún años, Ángel Manuel y yo fundamos El coloquio de los perros.
Ha llovido. Algunas veces hasta ha nevado. Si ganásemos dinero con esto, veranearíamos probablemente en Bahamas, sosteniendo un ponche de ron en cada atardecer, pero como no ganamos ni un euro, lo celebramos cada uno desde nuestro escritorio destapando una lata de cerveza comprada en el chino. Eso sí, ladrando mucho amor en silencio a los lectores de esta aventura que nació en octubre del ya lejano 2000.
Hoy, hace justo veintiún años, Ángel Manuel y yo fundamos El coloquio de los perros.
Ha llovido. Algunas veces hasta ha nevado. Si ganásemos dinero con esto, veranearíamos probablemente en Bahamas, sosteniendo un ponche de ron en cada atardecer, pero como no ganamos ni un euro, lo celebramos cada uno desde nuestro escritorio destapando una lata de cerveza comprada en el chino. Eso sí, ladrando mucho amor en silencio a los lectores de esta aventura que nació en octubre del ya lejano 2000.
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