Muchas figuras del rock han
fallecido precozmente a los 27, creando una superstición alrededor de ese
número. Entre los escritores, la edad maldita parece estar fijada en los 47.
Con esos años murieron Charles Baudelaire, Robert Louis Stevenson, George
Orwell, Albert Camus y Fernando Pessoa. También Ari Behn, el narrador de quinta
división que fue marido de la princesa Marta Luisa de Noruega. En mi idioma, de
forma repentina o trágica, les tocó al novelista Ignacio Padilla, a los poetas
Adolfo Cueto y Miguel Ángel Velasco, al guionista Tupac Pinilla Núñez o a Juan
Hernández Luna, autor de Tijuana dream.
He cumplido recientemente 46. No quiero provocar al destino,
aunque siga siendo fumador y apenas practique deporte. Tampoco me seduce la
ensoñación infantil y ridícula de que la posteridad me incluya en ese casual
canon mortal.
Puestos a desear, escojo la longevidad móvil de Julia Uceda, Vargas Llosa o Elena Poniatowska.
Puestos a desear, escojo la longevidad móvil de Julia Uceda, Vargas Llosa o Elena Poniatowska.
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