25/9/2023

 
   Me sigue chocando leer esta diferencia en el perfil de los autores cuando se les presenta en una entrevista o en las solapas de sus libros: Fulanito es «escritor y poeta» o Fulanita «es escritora, pero ante todo se considera poeta». ¿Los poetas no son escritores? Admito que los poetas son —somos— unos brasas y, cuando nos ponemos solemnes, un blanco muy fácil para carcajearse, pero lo que hacen —hacemos— cuando afinan metáforas o cuadran versos es escribir, ¿no? ¿Qué hace un poeta sino escribir? ¿No es tan absurdo como presentar a un futbolista diciendo: «Fulanito es deportista y futbolista»?

 
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   No termino de entender cómo Barbara Streisand alcanzó tantos números uno en la lista británica de Billboard Hot 100. La década de los 70 fue de un gusto popular espantoso.
 
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   Mi mujer ha querido experimentar hoy con una «leche condensada que no engorda». Cuando ha salido del laboratorio-cocina, quería que la probase con un buen café y lo he hecho con mucho gusto y agradecimiento. Ya en el escritorio, mientras removía la cucharilla dentro de la taza para que el amargo y el dulce se mezclasen bien, el pensamiento me ha volado unos segundos y he imaginado cosas imposibles, como el veganismo de Idi Amin, un concierto desenchufado de Kraftwerk o la humildad de un diseñador gráfico.
 
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   Hasta principios del siglo XX Giménez era un apellido que se escribía con G. La distinción y el arresto de Juan Ramón, que decidió colocar una «j» en vez de una «g» antes de las vocales «e» o «i» fue un impacto que se extendió paulatinamente hasta su definitiva normalización y consecuente división entre los apellidados Giménez y Jiménez. ¿No es este un ejemplo claro de que un poeta puede cambiar, a veces, el mundo, aunque sólo sea el mundo ortográfico?