7/1/2024


   Día dedicado por entero a la lectura, con bolígrafo y cuaderno a mano.
   La libertad que siento al leer es esencial para mí. Es raro, pero hay ratos en los que me embarco en un sesudo estudio sin anotar nada, dejándome fluir por el encadenamiento de la investigación que me va enseñando el autor; otros en que, aunque se trate de un libro ligero, lo lleno de glosas y apostillas de tinta, lápiz o incluso color fluorescente. Una página mancillada es pura biografía.
   Me adentré temprano en el sonido del pensamiento que propone José Manuel Gallardo en Casa Árbol Persona, un título con tres planos psicológicos desde los que José se proyecta. Resalto estos dos versos animistas: «Si un poema piensa en mí / me puede salvar».
   A mediodía, repasando algunas páginas de La carretera, se me cruza una pregunta tan elemental como irresoluble: ¿la sociedad hace al hombre o existe una esencia humana independiente de la sociedad?
   Por la tarde-noche he terminado una odisea pendiente: Pastoral americana. Me embarga una sensación parecida a la de cuando se termina un “trabajo” placentero.
   Acabo de llegar a la obra de Roth tras dos décadas descansando en la estantería. Es un monumento, desde luego. Aún así, el cierre de la trama no me ha satisfecho, pero supongo que formará parte del estilo de Roth, jugando con la imprecisión argumental, una especie de sfumato narrativo. Exploraré, cuando me apetezca, La mancha humana, que es, según dicen, otro hito.




   Quiero pensar que la quintaesencia de Pastoral americana está en este subrayado: «La gente suele pensar que la historia es algo que se teje a largo plazo, pero, en realidad, se te presenta delante de improviso».
 
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   Diego llama para concretar varias cosas: corregir un detalle en la introducción de la entrevista coloquial que le ha hecho Llor sobre El nudo; pedirme algunas direcciones de críticos o periodistas culturales para que la editorial Eolas distribuya algunos ejemplares promocionales; encontrar un hueco entre un par de compromisos para citarnos y tomar unas cervezas. De entre todos los contactos que le doy, creo que le podrán servir el del profesor Díez de Revenga y el del pódcast literario El café de Mendel.
 
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   Probablemente no lea nunca 2666. Bolaño murió antes de terminarla y no me atraen las novelas que no están cerradas completamente en vida del autor. No le quedaba mucho para terminarla, pero sí algo, y eso me provoca desconfianza e incomodidad, a pesar de que haya bastante gente que asegura que es una obra superior a Los detectives salvajes.

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